Barcelona, 14/12/2007
(VERITAS) "La reconstrucción de Irak debe realizarse no a través de la violencia, sino por el descubrimiento de la persona humana, del individuo, contra la imposición de los líderes". Son las palabras esperanzadas pronunciadas tras un viaje a Irak, hace tres semanas, del español Manuel Hernández, que entró a formar parte de una comunidad de carmelitas de Bagdad en el año 2003, aunque desde hace unos meses reside en Madrid a petición de su superior, por razones de seguridad.
Durante los últimos años, ha sido uno de los escasos misioneros extranjeros, y el único español, que ha permanecido en Irak. En la Parroquia de Santa Teresa de Bagdad, ha permanecido en la línea de fuego, ha acompañado en incontables ocasiones a familias cristianas a enterrar a seres queridos fallecidos en atentados, también recientemente a una niña iraquí quemada por la explosión de un coche bomba a operarse en un hospital de Madrid.
Su voluntad ha sido permanecer en el país porque “los misioneros nos movemos por los hilos del amor y de la caridad y te superas aun en momentos difíciles y de miedo”. Así lo explica en la siguiente entrevista concedida ayer a Veritas antes de pronunciar una conferencia sobre las minorías cristianas en países musulmanes, en la Universidad Abat Oliba de Barcelona.
Sobre su labor en Bagdad, el padre Hernández explica que los carmelitas trabajan en un proyecto de terapia de grupo llevada por psicólogos para intentar restablecer psicológicamente a jóvenes, hombres y mujeres afectados por la situación del país. También ofrecen el servicio parroquial, ayudan al obispo en los servicios de la Catedral y acompañan a las familias cristianas de las víctimas asesinadas por el terrorismo al cementerio, que se encuentra a unos 70 kilómetros de Bagdad.
El carmelita ha sentido miedo, y aunque “la procesión va por dentro", subraya que siente "la obligación moral con la gente”.