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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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Biblia: Los Salmos


Salmo 44 (43): Oración del pueblo en las calamidades
Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).
en la liturgia: Salmo 43
se utiliza en:
- jueves de la segunda semana: Oficio de lecturas
- jueves de la cuarta semana: Oficio de lecturas
[1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Poema.]

2 Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

3 Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

4 Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dió la victoria,
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú lo amabas.

5 Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
6 con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

7 Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
8 tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

9 Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

10 Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
11 nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

12 Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
13 vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

14 Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
15 nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

16 Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
17 al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

18 Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
19 sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
20 Y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

21 Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
22 el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

23 Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
24 Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
25 ¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

26 Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
27 Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Para el rezo cristiano

Comentario exegético

De los Santos Padres

"Tengo siempre delante mi deshonra,

y la vergüenza me cubre la cara

al oír insultos e injurias,

al ver a mi rival y a mi enemigo."

Es decir, por la voz de los que me injurian y me echan en cara el crimen de adorarte y confesarte; de los que me echan en cara el crimen de aquel nombre por el que me son borrados todos mis delitos. Por la voz del que recrimina y vitupera, es decir, del que habla contra mí. Por la presencia del enemigo y del perseguidor. ¿Qué sentido tiene esto? Las cosas que se narraron como pasadas, no se cumplen en nosotros; las que se esperan como futuras, no aparecen todavía. Las pasadas son haber sacado al pueblo con gran gloria tuya de Egipto, haberle llevado a través de las naciones, estableciéndole en reino después de expulsar a las gentes. Las futuras son sacar de este Egipto del mundo al pueblo, teniendo a Cristo por caudillo apareciendo en su gloria, condenar a los perversos con el diablo al fuego eterno y recibir el reino eternamente de Cristo con sus santos. Estas son cosas futuras, aquéllas pasadas. Y en medio, ¿qué hay? Tribulaciones. ¿Para qué? Para que el alma que adora a Dios manifieste cuánto le adore; para que se vea si adora gratis a Aquel de quien recibe la salud gratuitamente.

Si Dios te dice: ¿Qué me diste para crearte? Pues si, ciertamente hecho, mereciste algo de mí, no lo mereciste antes de hacerte. ¿Qué contestaremos a Aquel que primeramente nos creó gratuitamente por ser bueno, no porque hubiésemos merecido algo nosotros? Además, ¿qué hemos de decir del segundo nacimiento, esto es, de la reparación? ¿Por ventura se debe a nuestros méritos que el Señor nos enviase aquella Salud perpetua? No hay tal cosa. Si nuestros méritos hubiesen influido algo, hubiera venido a condenarnos. No vino a inspeccionar los méritos, sino a perdonarnos los pecados. No existías, y fuiste hecho. ¿Qué diste a Dios? Fuiste malo, y has sido librado. ¿Qué diste a Dios? ¿Qué cosa no has recibido gratuitamente de él? Con razón se llama gracia, porque se da gratuitamente. Luego de ti se exige que le adores gratuitamente a El; no porque dé cosas temporales, sino porque ofrece las eternas.

Pero atiende a las cosas eternas, no sea que pienses mal de ellas, y, pensando carnalmente, no adores gratuitamente a Dios. ¿Pues qué? Si adoras a Dios porque te dio un espacio de tierra, ¿no le adorarás también porque te le quitó? Quizá tú dices: Le adoro porque me dará una quinta eterna. Con todo, aún le adoras con mente depravada, pues no le adoras con amor puro, aún ansías recompensa. Quieres tener en la vida futura las cosas que necesariamente dejarás aquí; quieres cambiar el deseo carnal, mas no destruirle. No se alaba el ayuno en aquel que reserva el estómago para una orgía. Algunas veces son invitados los hombres a un banquete y, queriendo asistir a él con hambre, ayunan. ¿Acaso ha de reputarse este ayuno como ayuno de mortificación y no más bien de sibaritismo? Luego no esperes que Dios te ha de dar lo que aquí te manda que desprecies. Estas cosas esperaban los judíos; por eso se hallaban desorientados en esta cuestión. Ellos esperan la resurrección, pero creen que han de resucitar para gozar de los placeres corporales que aman aquí. Por eso, cuando se les proponía por los saduceos, que no creían en la resurrección, aquella cuestión sobre la mujer que se había casado sucesivamente con siete hermanos, al preguntarles de quién de ellos sería esposa en la resurrección, claudicaban y no podían responder. Por el contrario, cuando le fue propuesta al Señor esta cuestión, como no se nos promete la resurrección en la que se busquen o reclamen los placeres de este género, sino la resurrección en la que se proporcionarán gozos eternos dimanados de Dios mismo. [San Agustín: Enarraciones]

Catequesis de Juan Pablo II

Catequesis de Benedicto XVI

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