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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo...»
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Martes, XXIII semana del Tiempo Ordinario, feria
Salterio: martes de la tercera semana
Oficio de Lecturas - versión simple · sin opciones
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Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.

(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

-se repite la antífona

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

-se repite la antífona

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

-se repite la antífona

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

-se repite la antífona

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»

-se repite la antífona

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid, adoremos al Señor, Dios soberano.
Si no:

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
 
Himno
(Del himnario latino: Consors Paterni luminis):

Oh Tú, consorte de la luz paterna,
Oh Tú, luz de la luz y eterno día:
Oye a los que rompiendo las tinieblas.
Te piden con fervor que los asistas.

Desvanece las sombras de las almas,
Pon en fuga el tropel de los demonios,
Y disipa la terca somnolencia
Para que no entorpezca al perezoso.

Oh Señor Jesucristo: sé propicio
A quienes con nosotros en Ti creen,
A fin de que los himnos y los salmos
Que elevan en tu honor les aprovechen.

Atiende nuestras súplicas, oh Padre
Que en unidad eterna con tu Hijo
Y con el sacrosanto Paracleto
Imperas por los siglos de los siglos. Amén.
Primer Salmo
Salmo 67-I: Entrada triunfal del Señor
Ant: Se levanta Dios, y huyen de su presencia los que lo odian.
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;

como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.

En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.

Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfombrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.

Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.

Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.

Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Se levanta Dios, y huyen de su presencia los que lo odian.
Segundo Salmo
Salmo 67-II:
Ant: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
"los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.

Mientras reposabais en los apriscos,
las palomas batieron sus alas de plata,
el oro destellaba en sus plumas.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío".

Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?

Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santuario.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributo de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.

Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: "Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo
y los perros la lamerán con sus lenguas".

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Tercer Salmo
Salmo 67-III:
Ant: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
Aparece tu cortejo, oh Dios,
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.

Al frente, marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio, las muchachas van tocando panderos.

"En el bullicio de la fiesta, bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel".

Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.

Oh Dios, despliega tu poder,
tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.

Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los Toros,
a los Novillos de los pueblos.

Que se te rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.

Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
"Reconoced el poder de Dios".

Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario, Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.

¡Dios sea bendito!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
Lectura Bíblica
V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R/. Dios anuncia la paz a su pueblo.

Salvación de los justos
Lectura del libro del profeta Amós
Am 9,1-15 (del lecc. par-impar)
En aquellos días, vi al Señor, de pie junto al altar, que decía:
«Golpea los capiteles y tiemblen las jambas; corta la vida a cuantos caminan a la cabeza: a quienes los siguen, yo los mataré por la espada. Ningún fugitivo logrará escapar, ningún superviviente se salvará.
Aunque excaven hasta el abismo, de allí los cogerá mi mano; aunque suban hasta el cielo, desde allí los bajaré.
Si se escondieran en la cumbre del Carmelo, allí los descubriré y atraparé. Si se ocultaran de mi vista en lo profundo del mar, mandaré a la serpiente que los muerda.
Y si marchan al cautiverio delante de sus enemigos, mandaré a la espada que los mate. Fijaré mis ojos en ellos para mal, y no para bien».
El Señor, Dios del universo, es quien toca la tierra y ella se estremece, y hacen duelo todos sus habitantes. Se alza toda ella como el Nilo y como el Nilo de Egipto se calma.
Es él quien construye en los cielos su morada y establece su bóveda sobre la tierra; convoca las aguas del mar y las derrama sobre la superficie de la tierra. Su nombre es el Señor.
¿No sois para mí como etíopes, hijos de Israel? —oráculo del Señor—. ¿No saqué a Israel de Egipto, como a los filisteos de Caftor, y a los sirios de Quir?
Los ojos del Señor Dios están dirigidos contra el reino pecador: Yo lo exterminaré de la faz de la tierra, pero no destruiré completamente la casa de Jacob —oráculo del Señor—.
Daré orden de zarandear a la casa de Israel entre las naciones, como se zarandea una criba, sin que caiga a tierra ni una piedrecilla.
A espada perecerán todos los pecadores de mi pueblo, todos los que dicen: «No nos tocará, ni se nos acercará la desgracia».
Aquel día levantaré la cabaña caída de David, repararé sus brechas, restauraré sus ruinas y la reconstruiré como antaño, para que posean el resto de Edón y todas las naciones sobre las cuales fue invocado mi nombre —oráculo del Señor que hace todo esto—.
Vienen días —oráculo del Señor— cuando se encontrarán el que ara con el que siega, y el que pisa la uva con quien esparce la semilla; las montañas destilarán mosto y las colinas se derretirán.
Repatriaré a los desterrados de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán ciudades derruidas y las habitarán, plantarán viñas y beberán su vino, cultivaran huertos y comerán sus frutos.
Yo los plantaré en su tierra, que yo les había dado, y ya no serán arrancados de ella —dice el Señor, tu Dios—.
Cf. Hch 15,16-17.14
R/. «Para que busquen al Señor todos los hombres y todas las naciones que invocan mi nombre, volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída», dice el Señor.
V/. Dios intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su nombre, según lo dice la Escritura.
R/. Volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída», dice el Señor.
Lectura Patrística
Me pondré de centinela para escuchar lo que me dice
San Bernardo, abad
Sermón 5 sobre diversas materias 1-4
Leemos en el Evangelio que en cierta ocasión, al predicar el Salvador y al exhortar a sus discípulos a participar de su pasión comiendo sacramentalmente su carne, hubo quienes dijeron: Este modo de hablar es duro. Y dejaron ya de ir con él. Preguntados los demás discípulos si también ellos querían marcharse, respondieron: Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Lo mismo os digo yo, queridos hermanos. Hasta ahora para algunos es evidente que las palabras que dice Cristo son espíritu y son vida, y por eso lo siguen. A otros, en cambio, les parecen inaceptables y tratan de buscar al margen de él un mezquino consuelo. Está llamando la sabiduría por las plazas, en el espacioso camino que lleva a la perdición, para apartar de él a los que por él caminan.
Finalmente, dice: Durante cuarenta años aquella generación me asqueó, y dije: «Es un pueblo de corazón extraviado». Y en otro salmo se lee: Dios ha hablado una vez. Es cierto: una sola vez. Porque siempre está hablando, ya que su palabra es una sola, sin interrupción, constante, eterna.
Esta voz hace reflexionar a los pecadores. Acusa los desvíos del corazón: y en él vive, y dentro de él habla. Está realizando, efectivamente, lo que manifestó por el profeta, cuando decía: Hablad al corazón de Jerusalén.
Ved, queridos hermanos, qué provechosamente nos advierte el salmista que, si escuchamos hoy su voz, no endurezcamos nuestros corazones. Casi idénticas palabras encontramos en el Evangelio y en el salmista. El Señor nos dice en el Evangelio: Mis ovejas escuchan mi voz. Y el santo David dice en el salmo: Su pueblo (evidentemente el del Señor), el rebaño que él guía, ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón».
Escucha, finalmente, las palabras del profeta Habacuc. No usa de eufemismos, sino de expresiones claras, pero que expresan solicitud, para dirigirse a su pueblo: Me pondré de centinela, en pie vigilaré, velaré para escuchar lo que me dice, qué responde a mis quejas. También nosotros, queridos hermanos, pongámonos de centinela, porque es tiempo de lucha.
Adentrémonos en lo íntimo del corazón, donde vive Cristo. Permanezcamos en la sensatez, en la prudencia, sin poner la confianza en nosotros, fiándonos de nuestra débil guardia.
R/. Tuve presentes los mandamientos del Señor y no me aparté de sus preceptos. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
V/. Quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
Final

Oremos:

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
 
En el rezo comunitario de ETF acostumbramos añadir:
V/. Desde la salida del sol hasta su ocaso...
R/. Bendigamos el nombre del Señor.
 
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