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El Testigo Fiel
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«Mira que estoy a la puerta y llamo,
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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

De entre todos los pueblos de la tierra

Domingo XI del Tiempo Ordinario: Mt 9,36 - 10,8

por Lic. Abel Della Costa
Nació en Buenos Aires en 1963. Realizó la licenciatura en teología en Buenos Aires, y completó la especialización en Biblia en Valencia.
Desde 1988 hasta 2003 fue profesor de Antropología Teológica y Antropología Filosófica en en la Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales.
En esos mismos años dictó cursos de Biblia en seminarios de teología para laicos, especialmente en el de Nuestra Señora de Guadalupe, de Buenos Aires.
En 2003 fundó el portal El Testigo Fiel.
15 de junio de 2008
¿por qué, en la Misión, Jesús manda sólo a predicar en el pueblo de Israel? ¿qué palabra de gracia esconde este Evangelio aparentemente particularista?

 

No hay duida de que lo principal de las lecturas de este domingo es meditar sobre el envío, el ministerio, la necesidad de orar por las vocaciones, y todos esos aspectos fundamentales de la vida misionera de la Iglesia.

Sin embargo, hay también otro tema más callado que recorre la primera lectura, el salmo y el Evangelio, y que podemos sintetizar en el versículo del salmo: «Somos tu pueblo, Señor, ovejas de tu rebaño».

En la lectura del Éxodo leemos, de boca de Dios mismo: «vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos», y, lo más sorprendente, en labios de Jesús: «No toméis el camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»

¿Es que la misión no es para todos los hombres y todos los pueblos? ¡sí! no obstante, la liturgia de hoy intenta que pensemos conjuntamente no sólo la misión, el hecho de llevar la Palabra de Dios a todos los hombres, sino también otra cuestión tan fundamental como ésa: cuando llevamos la Palabra ¿qué? ¿qué es lo que en realidad le estamos ofreciendo a aquel a quien le llevamos la Palabra?

¿La salvación? sí, naturalmente, al proclamarle el Evangelio le proclamamos la salvación en Cristo. Pero sabemos que no hay ningún otro nombre en el que los hombres se puedan salvar. Hay una "salvación en Cristo", pero no hay una "salvación en Budda", una "salvación en Mahoma" ni una "salvación en la ética del mundo".

Llevar la salvación es llevar el único Nombre en el que los hombres pueden ser salvados, en el Nombre-sobre-todo-nombre.

Entonces, con una mano en el corazón, todos sabemos que Dios salvará, en el nombre de Jesús, a aquel mahometano que creyó rectamente, a aquel buddista que buscó a Dios con sinceridad de corazón y a aquel ateo que buscó sin concesiones la verdad ética; porque todos ellos buscaban a Jesús sin saberlo, y proclamaban a Jesús sin saberlo. Entonces, si se salvarán de todos modos, ¿para qué la misión? ¿qué "plus" agrega la misión que no esté contenido ni en la verdad ética ni en la recta conciencia?

«vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos»: "entre", "en medio de", viviendo en el mundo como no-del-mundo, en esperanza ya salvos y con la mirada puesta en la meta. Frente a la misión, la liturgia nos lleva a meditar en: "la misión ¿para qué?"

¡Para alcanzar ya desde ahora el anticipo de la gloria futura! ¡De eso habla la misión! de la esperanza de los impacientes, de los que no queremos aguantar hasta el fin del mundo, ni siquiera hasta nuestro fin personal, nuestra muerte; de los que queremos estar ya, ahora mismo, en el Señor del cielo y de la tierra.

«Ahora mismo»

San Pablo puede proclamar gozozamente en la segunda lectura: «Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación

El fruto de la Misión no es la salvación. La salvación la dará Dios a quien no sabemos, quizás a quien menos esperamos. El fruto de la misión es entrar ahora en el gozo del banquete, es entrar ahora a formar parte del Reino, en el mundo pero no del mundo, ciudadanos del cielo, anticipo de la gloria futura, certeza de lo que no se ve.

 

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