Supongo yo que el lector se refiere a que en el Padrenuestro de Laudes y Vísperas, en la liturgia de las horas, no figura un "amén" al final del texto, como en el Padrenuestro de la misa.
Lo primero que es importante señalar es que el amén es una fórmula asertiva, es decir, expresa conformidad, asentimiento, a la oración, pero no forma parte del Padrenuestro ni de ninguna otra oración. Es una partícula independiente, por eso la podemos agregar al Gloria, al Credo, al Ave María, y a cualquier otra oración litúrgica o no litúrgica.
Dado que de muy pequeños aprendemos el Padrenuestro incluyendo ese "amén" final (¡y los niños son muy enfáticos al recitarlo!), podemos creer que forma parte del texto mismo, y nos extraña cuando nos lo "quitan"... pero el problema no es si se ha quitado, sino cuándo y cómo corresponde agregarlo.
En las Laudes y en las Vísperas no se agrega "amén" al Padrenuestro por la misma razón que en la misa: porque la oración continúa, precisamente con la oración final, que no va precedida de la invitación "oremos" (si fuera precedida de esa invitación sí que correspondería cerrar el Padrenuestro con el "amén"). Es decir, el "amén" al conjunto de la oración (Padrenuestro y oración final) se dirá al final de la última oración.
En la oración litúrgica hay que mirar caso por caso si corresponde o no agregar el "amén". Por ejemplo, en la liturgia del bautismo el Padrenuestro va seguido de la bendición final, pero la bendición no es como la oración final de Laudes, la bendición es un acto específicamente sacerdotal, distinto del acto de la asamblea de rezar el Padrenuestro, por tanto ahí sí el Padrenuestro se cierra con el "amén", y luego se da la bendición (generalmente precedida de una breve monición).
En la oración comunitaria no litúrgica (por ejemplo el Rosario o el Angelus) se sigue simplemente la costumbre, que suele poner el "amén" como cierre de cada oración. Y lo mismo en la oración personal, el orante es libre de agregar el "amén" donde le parezca oportuno (por eso es oración personal).
El "amén" en sí mismo
Unas palabras sobre esta preciosa aclamación de cierre: es una palabra hebrea que no tiene traducción exacta.
"Amén" deriva del verbo hebreo 'aman (alef-mem-nun), que significa ser firme, resistente, que perdura en el tiempo. De allí la palabra "emunáh", que se traduce como rectitud y honradez, y "emet", que se traduce como "verdad" (pero precisamente con ese matiz de "verdad en el tiempo" o "fidelidad") y esta exclamación, principalmente litúrgica, "amén".
"Emet" es uno de los dos caracteres principales de Dios en el AT: "hesed y emet", "misericordia y fidelidad" o "amor y verdad" (Salmo 89,2; 98,3). Y también en el NT, como lo señala el Ev. Jn en 1,17 cuando dice que "la gracia y la verdad nos han llegado por Jesús Mesías" .
Nuestro Señor gustó de manera especial de esta palabra, aunque con un uso peculiar, que era ponerlo al comienzo de frases declarativas, lo que los evangelios recogen con la fórmula "amén, amén os digo...", que a veces se traduce como "en verdad os digo". Cuando leemos esas frases estamos cerca de la predicación oral del propio Jesús, y es casi como si estuviéramos ante Él escuchándolo. Un investigador como Joachim Jeremías señala que "Abbá y amén son los rasgos de lenguaje más característicos de la ipsissima vox [mismísimas palabras] de Jesús" ("Abbá y el mensaje central...", Sígueme, 2005, pág. 105).