-Durante el tiempo pascual. ¿debe encenderse el cirio en todas las misas o sólo en las de domingos y solemnidades?
Puede encenderse en todas las misas, pero no es preceptivo; sólo es necesario hacerlo en las celebraciones que revistan mayor solemnidad (domingos, solemnidades y fiestas, aunque no sólo en la misa, sino siempre que se celebre algo en el altar donde esté el cirio (por ejemplo si en el altar mayor se celebran, los domingos, las laudes o vísperas solemnes).
-Cuando se usa el incienso en tiempo pascual ¿Se debe incensar el cirio? ¿En qué momentos?
Si el cirio está encendido, sí, se debe incensar con triple movimiento (Ordo Missae, 277), siempre que, en lo que se esté incensando, se pase ante él; típicamente, al inicio y cuando se incensa el altar para las ofrendas. No hay nada indicado, pero entiendo que, si el cirio se emplaza al lado del ambón, aunque se incense el evangelio, no es necesario incensar el cirio.
-Si el cirio es presencia del Resucitado en la Iglesia, en la comunidad, ¿Por qué se tiene que apagar al finalizar la solemnidad de Pentecostés y no en la Ascensión? No encuentro coherente que permanezca encendido el cirio hasta Pentecostés.
Bueno, hay dos razones. La primera es más pragmática: la solemnidad de la ascensión es de aparición más bien tardía; está atestiguada sólidamente a partir del siglo V, cuando ya están consolidados los fundamentos del ciclo pascual, el "eje" Pascua-Pentecostés, con su símbolo de la luz, ligada al bautismo, que es anterior. Por esto es bastante natural que símbolos que provienen más originariamente no hayan sido desplazados por una introducción más nueva, como es tomar literalmente el curso temporal del que habla Lucas-Hechos (la ascensión diez días antes de Pentecostés es un rasgo "histórico" exclusivo de la teología de san Lucas)
Pero esa no es, desde mi punto de vista, la razón de fondo. Lo primero que debe observarse es que el curso del año litúrgico, bajo su apariencia de despliegue histórico lineal (nacimiento, pasión, resurrección, ascensión, venida del Espíritu, venida final en Gloria), en realidad está lleno de "variaciones", apropiaciones en un tiempo de aspectos de otro, en fin, de rupturas del curso lineal del tiempo. Sería largo desarrollarlo aquí, pero baste como ejemplos que en Adviento celebramos en principio la segunda venida, y sólo cerca de la navidad (a partir del 17 de diciembre) la primera, ¡el regreso antes que la primera venida!; o que las solemnidades dominicales de cuaresma conservan igual la referencia a la resurrección de Jesús, e incluso la lectura de Laudes repite machaconamente que no es día de ayuno (tomando Ne 8,9a.10). Así que que el Señor haya ascendido no implica que el cirio, como símbolo fundamental del tiempo pascual no deba permanecer encendido.
Es decir: el cirio no representa la presencia física del Señor, como si fuera un ser humano más que hoy está y mañana se va, representa el tiempo en que la gloria del Resucitado permanece con los hombres, antes de irse "para que pueda venir el Paráclito", y por tanto es lógico (con la lógica del símbolo, no la del tiempo lineal) que permanezca hasta Pentecostés.
De hecho, los textos litúrgicos no tratan la ascensión del Señor propiamente como una "ida", sino, como magníficamente lo expresa el prefacio de Ascensión:
"Porque Jesús, el rey de la gloria,
vencedor del pecado y de la muerte,
ha ascendido hoy ante el asombro de los ángeles
a lo más alto del cielo,
como mediador entre Dios y los hombres,
como juez de vivos y muertos.
No se ha ido para desentenderse de este mundo,
sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra
para que nosotros, miembros de su Cuerpo,
vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino."
La ascensión no es una separación del Señor respecto a nosotros, ya que él fue a tomar posesión del Reino, no como individuo sino como cabeza de su cuerpo. Con su ascensión, todo su cuerpo tiene ya su puesto en el Reino, por eso podemos realmente confesar y creer que estamos con él más ahora que antes de ascender: porque ha completado su misión. No tendría ningún sentido apagar el cirio en momentos tan gloriosos.