Esto dice el nº 113 de la Ordenación General:
«Aunque la Liturgia de las Horas se celebre sin canto, todo salmo tiene su antífona, que deberá recitarse incluso en privado. Las antífonas, en efecto, ayudan a poner de manifiesto el género literario del salmo; lo transforman en oración personal; iluminan mejor alguna frase digna de atención y que pudiera pasar inadvertida; proporcionan a un determinado salmo cierta tonalidad peculiar en determinadas circunstancias; más aún, siempre que se excluyan arbitrarias acomodaciones, contribuyen en gran medida a poner de manifiesto la interpretación topológica o festiva y pueden hacer agradable y variada la recitación de los salmos.»
Quda claro entonces que lo normal es la recitación de todas las antífonas que acompañan a los salmos. Ahora bien, si los salmos forman una continuidad (dos fragmentos de un mismo salmo o los salmos graduales en Hora Intermedia), puede recitarse la primera antífona para todos los salmos que formen la serie; y luego al final se repite esa misma primera antífona (no la segunda o tercera, sino la que se haya recitado al inicio).
Eso es posible siempre en Hora Intermedia, muy frecuentemente en Oficio de Lecturas, raro en Vísperas (sólo los dos primeros pueden formar continuidad, porque el tercero es cántico del NT), y nunca en Laudes, porque la estructura es salmo+cántico+salmo.