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El Testigo Fiel
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Buscador simple (o avanzado)
El buscador «simple» permite buscar con rapidez una expresión entre los campos predefinidos de la base de datos. Por ejemplo, en la biblioteca será en título, autor e info, en el santoral en el nombre de santo, en el devocionario, en el título y el texto de la oración, etc. En cada caso, para saber en qué campos busca el buscador simple, basta con desplegar el buscador avanzado, y se mostrarán los campos predefinidos. Pero si quiere hacer una búsqueda simple debe cerrar ese panel que se despliega, porque al abrirlo pasa automáticamente al modo avanzado.

Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
La búsqueda admite el uso de comillas normales para buscar palabras y expresiones literales.
La búsqueda no distingue mayúsculas y minúsculas, y no es sensible a los acentos (en el ejemplo: católica y Catolica dará los mismos resultados).

La verdadera riqueza

13 de octubre de 2024
En las palabras antes del Ángelus el Santo Padre comentó el pasaje evangélico de la liturgia de hoy, y en las palabras finales pidió una vez más por el fin de esta espiral inacabable de violencia humana que se ha apoderado de los pueblos, especialmente en Tierra Santa y Haití.

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 10,17-30) nos habla de un hombre rico que corre al encuentro de Jesús y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Jesús lo invita a dejar todo y a seguirlo, pero el hombre, entristecido, se va, porque -dice el texto- «era muy rico» (v. 23). Cuesta dejarlo todo.

Podemos ver aquí los dos movimientos de este hombre: al principio, corre para ir a ver a Jesús; al final, sin embargo, se va entristecido, se marcha triste. Primero corre al encuentro y luego se va. Detengámonos en esto.

En primer lugar, este hombre va corriendo adonde está Jesús. Es como si algo en su corazón le impulsara: en efecto, a pesar de tener tantas riquezas, se siente insatisfecho, lleva dentro una inquietud, va en busca de una vida plena. Como hacen a menudo los enfermos y los endemoniados (cfr. Mc 3,10; 5,6), en el Evangelio se ve, se postra a los pies del Maestro; es rico, y sin embargo necesita ser sanado. Es rico pero necesita ser sanado. Jesús lo mira con amor (v. 21); luego, le propone una “terapia”: vender todo lo que posee, darlo a los pobres y seguirlo. Pero, en este punto, llega una conclusión inesperada: ¡ese hombre pone cara triste y se va! Tan grande e impetuoso ha sido su deseo de conocer a Jesús, como fría y rápida ha sido su despedida de Él.

También nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta se encuentra en poseer cosas materiales y en las seguridades terrenas. Jesús, en cambio, quiere llevarnos a la verdad de nuestros deseos y hacer que descubramos que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y solo Él puede darnos. La verdadera riqueza es ser mirados con amor por el Señor -esta es una gran riqueza-, y, como hace Jesús con aquel hombre, amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás. Hermanos y hermanas, por eso, Jesús nos invita a arriesgar, a “arriesgarnos a amar”: vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo…

Hermanos y hermanas, aquel hombre rico no quiso arriesgarse, no quiso arriesgarse a amar y se fue con cara triste. ¿Y nosotros? Preguntémonos: ¿a qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo saciamos nuestra hambre de vida y de felicidad? ¿Sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, necesita una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza? O necesita que lo escuchen… Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, la verdadera riqueza es ser amados por Dios y aprender a amar como Él.

Y ahora pidamos la intercesión de la Virgen María, para que nos ayude a descubrir en Jesús el tesoro de la vida.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Sigo con preocupación lo que está ocurriendo en Oriente Medio y pido, una vez más, un alto el fuego inmediato en todos los frentes. ¡Que se recorran las vías de la diplomacia y el diálogo para obtener la paz!

Expreso mi cercanía a todas las poblaciones afectadas en Palestina, en Israel y en Líbano, donde pido que se respete a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Rezo por todas las víctimas, por los desplazados, por los rehenes, que espero sean liberados cuanto antes, y deseo que este gran sufrimiento innecesario, engendrado por el odio y la venganza, llegue pronto a su fin.

Hermanos y hermanas, la guerra es una ilusión, es una derrota, no traerá nunca la paz, no traerá nunca la seguridad, es una derrota para todos, especialmente para quien se cree invencible. ¡Deténganse, por favor!

Hago un llamamiento para que no se deje morir de frío a los ucranianos y para que cesen los ataques aéreos contra la población civil, que es siempre la más afectada. ¡Basta de matar inocentes!

Sigo la dramática situación de Haití, donde continúa la violencia contra la población, que se ve forzada a huir de sus casas buscando seguridad en otros lugares, dentro y fuera del país. No olvidemos nunca a nuestros hermanos y hermanas haitianos. Pido a todos que recen para que cese toda forma de violencia y, con el compromiso de la Comunidad internacional, se siga trabajando para construir la paz y la reconciliación en el país, defendiendo siempre los derechos y la dignidad de todos.

Saludo a los romanos y a los peregrinos de Italia y de muchos países, en especial a la Asociación Milicia de la Inmaculada, fundada por san Maximiliano Kolbe; a las parroquias de Resuttano (Caltanissetta); a los atletas paralímpicos italianos con sus guías y asistentes; y al grupo de Pax Christi International.

Saludo una vez más a los nuevos alumnos del Colegio Urbano, a quienes he recibido esta mañana.

El próximo viernes, 18 de octubre, la Fundación “Ayuda a la Iglesia necesitada” promueve la iniciativa «Un millón de niños rezan el Rosario por la paz en el mundo». ¡Gracias a todos los niños y niñas que participan! Nos unimos a ellos y confiamos a la intercesión de la Virgen -hoy es el aniversario de su última aparición en Fátima- la atormentada Ucrania, Myanmar, Sudán y los demás pueblos que padecen la guerra y cualquier forma de violencia y de miseria.

Saludo a los jóvenes de la Inmaculada, y veo banderas polacas, brasileñas, argentinas, ecuatorianas, francesas… ¡Saludo a todos!

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!

fuente: Vaticano
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