Ni duda cabe de que el cardenal Víctor Fernández ‘Tucho’, principal redactor del papa Francisco, y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, trabaja, y mucho.
Sin que todavía se calmen las agitadas aguas del mar eclesiástico, por el escándalo en sectores conservadores causado por la ‘Fiducia supplicans‘ -en la que se extiende el universo de las bendiciones hasta llegar a divorciados vueltos a casar y parejas de personas homosexuales-, cuando el teólogo argentino, obviamente que con la anuencia de Francisco de Roma, nos lanza una nueva Declaración: la ‘Dignitas infinita’, sobre la dignidad humana.
El texto, más extenso que otros documentos del tipo, tiene 66 numerales, y, además de las clásicas introducción y conclusión, está dividido en cuatro grandes apartados: una conciencia progresiva de la centralidad de la dignidad humana; la Iglesia anuncia, promueve y se hace garante de la dignidad humana; la dignidad, fundamento de los derechos y de los deberes humanos; y algunas violaciones graves de la dignidad humana.
Como sucede con estos comunicados habitualmente, surgen reacciones en pro y en contra. En especial la cuarta sección, al hablar de los atentados contra la dignidad de los seres humanos, recibió apoyos y rechazos. Veamos.
El teólogo moral Stephan Goertz cuestiona el que la declaración incluya en ese rubro a la teoría de género, y se lamenta que el Vaticano ignore los sufrimientos de las personas trans. Su colega, Gunda Werner, cuestiona ‘ad hominem’ el que el texto vaticano invoca derechos humanos desde una institución que no los ratifica en su interior, calificándolo de deshonesto.
Pero Georg Bätzing, nada más y nada menos que presidente de los obispos alemanes -con los que el Vaticano mantiene diferendos permanentes-, ha saludado el pronunciamiento, expresando que “es un estímulo para quienes defienden el respeto de la dignidad humana y los derechos fundamentales que de ella se derivan”.
Y sí. Mientras era de esperarse que la comunicación vaticana cuestione temas como el cambio de sexo, la eutanasia, la maternidad subrogada y el suicidio asistido, que ya tienen carta de ciudadanía en muchas culturas, llama la atención que no centre su preocupación en contra del aborto, al que algunas agrupaciones reducen el tema del respeto a la dignidad humana, sino que lo abra a tópicos como el drama de la pobreza, la violencia digital, la guerra, el trabajo de los emigrantes, la trata de personas, los abusos sexuales, la violencia contra las mujeres y el descarte de las personas con discapacidad.