Inicio
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.
†
(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Entremos a la presencia del Señor, dándole gracias.
Si no:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
(Del himnario latino: Somno refectis artubus):
Con el cuerpo aliviado por el sueño
Desdeñamos el lecho y, levantándonos,
Te pedimos, oh Padre sempiterno,
Que socorras a quienes te cantamos.
Sé lo primero que las almas busquen
Y que las lenguas nombren en sus cantos,
Para que nuestros actos subsiguientes
Tengan en ti su exordio, Padre santo.
Que cedan a la luz las duras sombras
Y la noche al fulgor del sol sagrado,
Para que ante sus rayos se disipen
Los delitos por ella ocasionados.
También te suplicamos que te dignes
Interrumpir al fin nuestros pecados,
Mientras con toda el alma te decimos,
Que en todo tiempo seas alabado.
Concédenos, oh Padre piadosísimo,
Lo que en esta oración te suplicamos,
Tú que reinas por siglos infinitos
En unión con tu Hijo y el Paráclito. Amén.
Primer Salmo
Salmo 49-I: El verdadero culto a Dios
Ant: Vendrá el Señor y no callará.
El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.
Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra
para juzgar a su pueblo:
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio».
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Vendrá el Señor y no callará.
Segundo Salmo
Ant: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
Yo, Dios, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;
Pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.
Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?
Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré y tú me darás gloria».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
Tercer Salmo
Ant: Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.
Lectura Bíblica
Jeremías y el pueblo después de la caída de Jerusalén
Jr 42,1-16; 43,4-7 (del lecc. único)
En aquellos días, los capitanes, con Juan, hijo de Qarej, y Yezanías, hijo de Hosayas, y todo el pueblo, del menor al mayor, acudieron al profeta Jeremías y le dijeron:
«Acepta nuestra súplica y reza al Señor, tu Dios, por nosotros y por todo este resto; porque quedamos bien pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos. Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer.»
El profeta Jeremías les respondió:
«De acuerdo; yo rezaré al Señor, vuestro Dios, según me pedís, y todo lo que el Señor me responda os lo comunicaré, sin ocultaros nada.»
Ellos dijeron a jeremías:
«El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros, si no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande decirnos. Sea favorable o desfavorable, obedeceremos al Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te enviamos, para que nos vaya bien, obedeciendo al Señor, nuestro Dios.»
Pasados diez días, vino la palabra del Señor a Jeremías. Éste llamó a Juan, hijo de Qarej, a todos sus capitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor, y les dijo:
«Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me enviasteis para presentarle vuestras súplicas: "Si os quedáis a vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os plantaré y no os arrancaré; porque me pesa del mal que os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, a quien ahora teméis; no lo temáis -oráculo del Señor-, porque yo estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano. Le infundiré compasión para que os compadezca y os deje vivir en vuestras tierras.
Pero si decís: `No habitaremos en esta tierra -desoyendo la voz del Señor, vuestro Dios-, sino que iremos a Egipto, donde no conoceremos la guerra, ni oiremos el son de la trompeta, ni pasaremos hambre de pan; y allí viviremos´, entonces, resto de Judá, escuchad la palabra del Señor: Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Si os empeñáis en ir a Egipto, para residir allí, la espada que vosotros teméis os alcanzará en Egipto y allí moriréis; el hambre que os asusta se os pegará en Egipto y allí moriréis."»
Y ni Juan, hijo de Qarej, ni sus capitanes ni el pueblo escucharon la voz del Señor, quedándose a vivir en tierra de Judá; sino que Juan, hijo de Qarej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá, que había vuelto de todos los países de la dispersión para habitar en Judá: hombres y mujeres, niños y princesas, y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había encomendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán; y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. Y llegaron a Egipto, sin obedecer a la voz del Señor, y llegaron a Tafne.
Mucha paz tienen los que aman tus leyes
San León Magno, papa y doctor de la Iglesia
Sermón sobre las bienaventuranzas 95,8-9
Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas. Que huyan, pues, las tinieblas de la vanidad terrena y que los ojos del alma se purifiquen de las inmundicias del pecado, para que así puedan saciarse gozando en paz de la magnífica visión de Dios.
Pero para merecer este don es necesario lo que a continuación sigue: Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Esta bienaventuranza, amadísimos, no puede referirse a cualquier clase de concordia o armonía humana, sino que debe entenderse precisamente de aquella a la que alude el Apóstol cuando dice: Estad en paz con Dios, o a la que se refiere el salmista al afirmar: Mucha paz tienen los que aman tus leyes, y nada los hace tropezar.
Esta paz no se logra ni con los lazos de la más íntima amistad ni con una profunda semejanza de carácter, si todo ello no está fundamentado en una total comunión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios. Una amistad fundada en deseos pecaminosos, en pactos que arrancan de la injusticia y en el acuerdo que parte de los vicios nada tiene que ver con el logro de esta paz. El amor del mundo y el amor de Dios no concuerdan entre sí, ni puede uno tener su parte entre los hijos de Dios si no se ha separado antes del consorcio de los que viven según la carne. Mas los que sin cesar se esfuerzan por mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz jamás se apartan de la ley divina, diciendo, por ello, fielmente en la oración: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.
Estos son los que obran la paz, éstos los que viven santamente unánimes y concordes, y por ello merecen ser llamados con el nombre eterno de hijos de Dios y coherederos con Cristo; todo ello lo realiza el amor de Dios y el amor del prójimo, y de tal manera lo realiza que ya no sienten ninguna adversidad ni temen ningún tropiezo, sino que, superado el combate de todas las tentaciones, descansan tranquilamente en la paz de Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Final
Oremos:
Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Llenando el mundo, el sol abre
la mañana más y más.
La luz que transcurre ahora
aún más pura volverá.
Descansa el peso del mundo
en alada suavidad,
teje la santa armonía
del tiempo en la eternidad.
Vivir, vivir como siempre;
vivir en siempre, y amar,
traspasado por el tiempo,
las cosas en su verdad.
Una luz única fluye,
siempre esta luz fluirá
desde el aroma y el árbol
de la encendida bondad.
Todo en rotación diurna
descansa en su más allá,
espera, susurra, tiembla,
duerme y parece velar,
mientras el peso del mundo
tira del cuerpo y lo va
enterrando dulcemente
entre un después y un jamás.
Gloria al Padre omnipotente,
gloria al Hijo, que él nos da,
gloria al Espíritu Santo,
en tiempo y eternidad. Amén.
Salmodia
Salmo 83: Añoranza del templo
Ant: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
Cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dichosos los que viven en tu casa, Señor.
Isaías 2, 2-5: El monte de la casa del Señor en la cima de los montes
Ant: Venid, subamos al monte del Señor.
Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
de Jerusalén, la palabra del Señor».
Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid, subamos al monte del Señor.
Salmo 95: El Señor, rey y juez del mundo
Ant: Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Cantad al Señor, bendecid su nombre.
Lectura Bíblica
Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad, Pues el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. La misericordia se ríe del juicio.
Cántico Evangélico
Ant: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Preces
Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y pidamos con insistencia:
Haz que te glorifiquemos, Señor.
- - Te bendecimos, Señor, creador del universo,
porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy.
- - Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.
- - Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos,
y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.
- - A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros,
concédenos el gozo y la paz.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, alcancemos la salvación ahora y por siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea se añade:
V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Muchas veces, Señor, a la hora décima
-sobremesa en sosiego-,
recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de ti...
«¿Qué buscáis...?» Les miraste. Hubo silencio.
El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
«Rabbí -hablaron los dos-, ¿en dónde moras?»
«Venid, y lo veréis». Fueron, y vieron...
«Señor, ¿en dónde vives?
«Ven, y verás». Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas partes!,
¡Y que es tan fácil ser tu compañero!
Al sol de la hora décima, lo mismo,
que a Juan y a Andrés
-es Juan quien da fe de ello-,
lo mismo, cada vez que yo te busque,
Señor, ¡sal a mi encuentro!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Amén.
Salmodia
Salmo 122: El Señor, esperanza del pueblo
Ant: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
Salmo 123: Nuestro auxilio es el nombre del Señor
Ant: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Efesios 1, 3-10: El Dios Salvador
Ant: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.
Lectura Bíblica
Dejad de denigraros unos a otros, hermanos. Quien denigra a su hermano o juzga a un hermano, denigra a la ley y juzga a la ley; y, si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su juez. Uno solo es legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?
Cántico Evangélico
Ant: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
Preces
Ya que Cristo quiere que todos los hombres se salven, pidamos confiadamente por toda la humanidad, diciendo:
Atrae a todos hacia ti, Señor.
- - Te bendecimos, Señor, a ti que, por tu sangre preciosa, nos has redimido de la esclavitud;
haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
- - Ayuda con tu gracia a nuestro obispo N. y a todos los obispos de la Iglesia,
para que, con gozo y fervor, administren tus misterios.
- - Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad la hallen
y, hallándola, se esfuercen en buscarla con mayor plenitud.
- - Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas, a los que viven abandonados,
para que te sientan cercano y se entreguen más a ti.
- - Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,
donde tú, junto con el Padre y el Espíritu Santo, lo serás todo para todos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu, en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea se añade:
V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.