Inicio
Si Oficio de Lecturas es la primera oración del día se reza el Invitatorio.
†
(se hace la señal de la cruz sobre los labios mientras se dice:)
V/. -Señor, ábreme los labios.
R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.
Salmo 94: Invitación a la alabanza divina
en el rezo privado, puede decirse la antífona sólo al inicio y al fin
Ant: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
-se repite la antífona
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
-se repite la antífona
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
-se repite la antífona
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.
-se repite la antífona
Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."»
-se repite la antífona
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Venid, adoremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Si no:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
(Del himnario latino: Nox atra rerum contegit):
La noche oscura cubre con su manto
de las cosas los bellos coloridos;
suplicámoste humildes y rendidos,
¡Oh Juez de nuestras almas, recto y santo!:
laves del corazón las fealdades,
apartes de nosotros todo vicio,
nos concedas, oh Cristo, el beneficio
de arrojar de las almas las maldades.
Mira que el alma se halla entorpecida,
a quien hiere la culpa perniciosa.
ya trata de enmendarse, y generosa
te busca, Redentor de nuestra vida.
Aparta en especial, oh Luz sagrada,
la oscuridad de nuestros interiores,
para que en los eternos resplandores
sea el alma por siempre colocada.
Concédenoslo asi, Padre clemente,
con el Hijo, tu igual, por Ti engendrado,
y el más Divino Amor, nuestro Abogado,
que reinas todo siglo, eternamente. Amén.
Primer Salmo
Salmo 17,31-51 - IV: Acción de gracias
Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
Él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;
Él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
Él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Segundo Salmo
Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos,
y no flaquearon mis tobillos;
yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo,
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Tercer Salmo
Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;
que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Viva el Señor, bendito sea mi Dios y Salvador.
Lectura Bíblica
Viaje de Tobías con el ángel
Lectura del libro de Tobías
Tb 6,1-22 (del lecc. par-impar)
Cuando partieron el joven y el ángel, el perro marchó con ellos. Caminaron hasta el anochecer y acamparon junto al río Tigris. Tobías bajó al río para lavarse los pies. Entonces saltó del agua un pez enorme que estuvo a punto de devorarle un pie. Él gritó y el ángel le dijo: «Atrápalo y no lo sueltes».
Tobías se apoderó del pez y lo arrastró a tierra. El ángel añadió: «Ábrelo, sácale la hiel, el corazón y el hígado y guárdalos, porque sirven de medicina. Los intestinos, tíralos».
Tobías abrió el pez y le extrajo la hiel, el corazón y el hígado. Después asó una parte del mismo pez, se la comió y saló el resto. Luego continuaron el viaje los dos juntos hasta llegar cerca de Media. Entonces el joven preguntó al ángel: «Hermano Azarías, ¿para qué remedios sirven el corazón, el hígado y la hiel del pez?».
Él respondió: «Si un hombre o una mujer padecen ataques del demonio o de un mal espíritu, quemas el corazón y el hígado del pez ante ellos y el humo hará desaparecer para siempre los ataques. Si alguien tiene los ojos afectados por manchas blancas, se los untas con la hiel, soplas sobre ellos, y queda curado».
Cuando entraron en Media, ya cerca de Ecbatana, Rafael dijo al joven: «Hermano Tobías».
Este respondió: «Dime».
Prosiguió Azarías: «Pasaremos la noche en casa de Ragüel. Este pariente tuyo tiene una hija llamada Sara. Es hija única. Tú, como pariente más próximo, tienes derecho preferente a casarte con ella y heredar los bienes de su padre. La joven es prudente, decidida y muy hermosa. El padre es un hombre honorable».
Y añadió: «Conviene que la tomes por esposa. Hazme caso, hermano. Yo hablaré de ella al padre esta noche, para que te la conceda como prometida. Celebraremos la boda a nuestro regreso de Ragués. Estoy seguro de que Ragüel no te la negará ni la casará con otro, pues se haría reo de muerte según lo previsto en el libro de Moisés. Él sabe que tienes derecho preferente a casarte con ella. Óyeme bien, hermano: esta noche hablaremos de la joven y la pediremos en matrimonio y, cuando volvamos de Ragués, la recogemos y la llevamos con nosotros a tu casa».
Tobías respondió a Rafael: «Hermano Azarías, me han dicho que la joven se ha casado ya siete veces y que todos los maridos han muerto la misma noche de la boda al pretender acercarse a ella. Me han dicho también que es un demonio quien los mata. Tengo miedo, porque a ella el demonio no le hace ningún daño, pero da muerte al hombre que intenta acercarse. Soy hijo único y temo que, si muero, la pena por mi pérdida lleve a mis padres al sepulcro. No tienen otro hijo que los entierre».
El ángel replicó: «¿Has olvidado el encargo de tu padre: que te casaras con una mujer de la familia? Escúchame, hermano. No te preocupes del demonio y cásate con ella. Estoy seguro de que esta noche te la darán por esposa. Cuando entres en la alcoba, toma una parte del hígado y el corazón del pez y arrójalo en el brasero del incienso. Cuando el demonio perciba el olor de lo quemado, huirá y nunca más se le acercará. Y antes de unirte a ella, debéis orar los dos en pie, suplicando al Señor del cielo que os conceda su misericordia y protección. No temas, porque está destinada para ti desde la eternidad. Tú la salvarás y ella se irá contigo. Estoy seguro de que te dará unos hijos que serán como hermanos para ti. No te preocupes».
Tobías, teniendo en cuenta lo que decía Rafael y que Sara era pariente suya, de la familia de su padre, se enamoró intensamente de ella.
Éste es el grupo que busca al Señor
San Gregorio de Nisa, obispo y confesor
Sermones (Sermón sobre la ascensión de Cristo : PG 46, 690-691) (del lecc. par-impar)
¡Qué agradable compañero es el profeta David en todos los caminos de la vida humana! ¡Qué apropiado para todas las edades espirituales! ¡Qué cómodo resulta para cualquier grado o condición de las almas que avanzan por los caminos del espíritu! Juega con los que ante Dios son niños o muchachos; se asocia a los hombres maduros en el combate y la lucha; instruye a la juventud; sostiene a los ancianos. Se pone al servicio de todos: arma de los soldados, es entrenador de púgiles, palestra de los luchadores, corona de los vencedores; animador en los banquetes; en los funerales, consuelo de los que lloran.
En uno de estos salmos quiere que seas oveja llevada a pastar por Dios y goces de este modo de la abundancia de todos los bienes, teniendo a disposición hierba, pienso y agua refrescante. Este pastor modelo se te ofrece como alimento, tienda, camino, guía, todo, y oportunamente distribuye su gracia en cualquier necesidad. Con todo lo cual David enseña a la Iglesia que lo primero que debes hacer es convertirte en oveja del buen pastor, conducido a los pastos y a las fuentes de la divina doctrina mediante una buena catequesis de iniciación, para que seas sepultado por el bautismo con él en la muerte, sin que una muerte semejante tenga por qué darte miedo.
Esta, en realidad, no es la verdadera muerte, sino su sombra y su imagen. Pues aunque camine —dice— en las sombras de la muerte, nada temo a lo malo que pudiera ocurrirme, porque tú vas conmigo. Además, el cayado del espíritu consuela. Pues el Espíritu es el Consolador. A continuación, ofrece un místico banquete, aderezado en oposición a la mesa de los demonios, ya que mediante la idolatría los demonios atormentaron la vida de los hombres y a los demonios se opone la mesa del Espíritu. A este propósito, unge la cabeza con el óleo del espíritu, añadiendo el vino que alegra el corazón; infunde en el alma aquella sobria embriaguez y, apartando la mente de las cosas caducas e inestables, la conduce a las eternas. Realmente, el que está bajo los efectos de una tal embriaguez, permuta esta breve vida por la inmortalidad, y habita en la casa del Señor por años sin término.
Después de habernos obsequiado en uno de los salmos tan espléndidamente, en otro que le sigue inmediatamente levanta el ánimo a placeres todavía mayores y más perfectos, cuyo significado os voy a explicar, si os parece, en pocas palabras.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena. Oh hombre, ¿qué tiene, pues, de extraño que nuestro Dios haya aparecido en la tierra y haya vivido entre los hombres? El fue quien creó y fundó la tierra. Por tanto nada tiene de insólito ni de absurdo que el Señor venga a su propia casa. Porque no ha plantado su tienda en tierra extraña, sino en la que él mismo fabricó y dio consistencia, el que fundó la tierra sobre los mares e hizo que estuviera afianzada sobre las corrientes fluviales. Y ¿cuál fue la razón de su venida? No otra sino la de conducirte sobre el monte, liberado ya de la vorágine del pecado y triunfalmente sentado sobre la carroza del reino, es decir, sobre el cortejo de las virtudes.
En efecto, no te es lícito subir a aquel monte, si no te haces acompañar por el cortejo de las virtudes, fueras de manos inocentes, estuvieres exento de toda culpa; si, siendo limpio de corazón, apartares tu alma de toda vanidad y no engañares a tu prójimo dolosamente. La bendición será el premio de una tal ascensión; a éste, Dios le abrirá los tesoros de su misericordia. Este es el grupo que busca al Señor, ascendiendo a lo alto por la escala de la virtud, del grupo que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Final
Oremos:
Oh Dios, que has puesto la plenitud de la ley en el amor a ti y al prójimo, concédenos cumplir tus mandamientos para llegar así a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Comienzan los relojes
a maquinar sus prisas;
y miramos el mundo.
Comienza un nuevo día.
Comienzan las preguntas,
la intensidad, la vida;
se cruzan los horarios.
Qué red, qué algarabía.
Mas tú, Señor, ahora
eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti
como en una gavilla.
Rezamos, te alabamos,
porque existes, avisas;
porque anoche en el aire
tus astros se movían.
Y ahora toda la luz
se posó en nuestra orilla. Amén.
Salmodia
Salmo 56: Oración matutina de un afligido
Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Misericordia, Dios mío, misericordia,
que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas
mientras pasa la calamidad.
Invoco al Dios altísimo,
al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación,
confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad.
Estoy echado entre leones
devoradores de hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua es una espada afilada.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Han tendido una red a mis pasos,
para que sucumbiera;
me han cavado delante una fosa,
pero han caído en ella.
Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar y a tocar:
despierta, gloria mía;
despertad, cítara y arpa;
despertaré a la aurora.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
tocaré para ti ante las naciones:
por tu bondad, que es más grande que los cielos;
por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.
Elévate sobre el cielo, Dios mío,
y llene la tierra tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora.
Jeremías 31,10-14: Felicidad del pueblo redimido
Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«Él que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte.»
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
y los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.
Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes con enjundia,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: «Mi pueblo se saciará de mis bienes», dice el Señor.
Salmo 47: Himno a la gloria de Dios en Jerusalén
Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Grande es el Señor y muy digno de alabanza
en la ciudad de nuestro Dios,
su monte santo, altura hermosa,
alegría de toda la tierra:
el monte Sión, vértice del cielo,
ciudad del gran rey;
entre sus palacios,
Dios descuella como un alcázar.
Mirad: los reyes se aliaron
para atacarla juntos;
pero, al verla, quedaron aterrados
y huyeron despavoridos;
allí los agarró un temblor
y dolores como de parto;
como un viento del desierto,
que destroza las naves de Tarsis.
Lo que habíamos oído lo hemos visto
en la ciudad del Señor de los ejércitos,
en la ciudad de nuestro Dios:
que Dios la ha fundado para siempre.
Oh Dios, meditamos tu misericordia
en medio de tu templo:
como tu renombre, oh Dios, tu alabanza
llega al confín de la tierra;
tu diestra está llena de justicia:
el monte Sión se alegra,
las ciudades de Judá se gozan
con tus sentencias.
Dad la vuelta en torno a Sión,
contando sus torreones;
fijaos en sus baluartes,
observad sus palacios,
para poder decirle a la próxima generación:
«Éste es el Señor, nuestro Dios.»
Él nos guiará por siempre jamás.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios.
Lectura Bíblica
Lectura del libro del profeta Isaías
Is 66,1-2 (del lecc. par-impar)
Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies: ¿Qué templo podréis construirme o qué lugar para mi descanso? Todo esto lo hicieron mis manos, todo es mío -oráculo del Señor-. En ese pondré mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.»
Cántico Evangélico
Ant: Sirvamos al Señor con santidad, y nos librará de nuestros enemigos.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Sirvamos al Señor con santidad, y nos librará de nuestros enemigos.
Preces
Demos gracias a Cristo, que nos ha dado la luz del día, y supliquémosle, diciendo:
Bendícenos y santifícanos, Señor
- - Tú que te entregaste como víctima por nuestros pecados,
acepta los deseos y proyectos de este día.
- - Tú que nos alegras con la claridad del nuevo día,
sé tú mismo el lucero brillante de nuestros corazones.
- - Haz que seamos bondadosos y comprensivos con los que nos rodean,
para que logremos así ser imágenes de tu bondad.
- - En la mañana haznos escuchar tu gracia,
y que tu gozo sea hoy nuestra fortaleza.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Fieles a la recomendación del Salvador, digamos con filial confianza:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Dios todopoderoso y eterno, humildemente acudimos a ti al empezar el día, a media jornada y al atardecer, para pedirte que, alejando de nosotros las tinieblas del pecado, nos hagas alcanzar la luz verdadera que es Cristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea se añade:
V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.
Inicio
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
Himno
Este es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete!
¡Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre. Amén.
Salmodia
Salmo 29: Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte
Ant: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.
A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?
¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»
Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.
Salmo 31: Acción de gracias de un pecador perdonado
Ant: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
- Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo, los de corazón sincero.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
Apocalipsis 11, 17-18;12, 10b-12a: El juicio de Dios
Ant: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.
Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.
Lectura Bíblica
Lectura de la primera carta de Pedro
1P 1,6-9 (del lecc. par-impar)
Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Cántico Evangélico
Ant: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Preces
Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:
Mira a tus hijos, Señor
- - Dios de amor, que has hecho alianza con tu pueblo,
haz que recordemos siempre tus maravillas.
- - Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad
y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
- - Haz que siempre edifiquemos la ciudad terrena unidos a ti,
no sea que en vano se cansen los que la construyen.
- - Manda, Señor, trabajadores a tu mies,
para que tu nombre sea conocido en el mundo.
- - A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos
y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Final
Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora comienza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia, para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Si el que preside no es un ministro ordenado, o en el rezo individual:
†
(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)
V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Si el que preside es un ministro ordenado, utiliza una de estas dos fórmulas finales:
(Fórmula larga)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos en el conocimiento y el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.
V/. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
(Fórmula breve)
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.
V/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R/. Amén.
Si se despide a la asamblea se añade:
V/. Podéis ir en paz.
R/. Demos gracias a Dios.