El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
Salmo 118,161-168: XXI (Sin)
Ant: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
Los nobles me perseguían sin motivo,
pero mi corazón respetaba tus palabras;
yo me alegraba con tu promesa,
como el que encuentra un rico botín;
detesto y aborrezco la mentira,
y amo tu voluntad.
Siete veces al día te alabo
por tus justos mandamientos;
mucha paz tienen los que aman tus leyes,
y nada los hace tropezar;
aguardo tu salvación, Señor,
y cumplo tus mandatos.
Mi alma guarda tus preceptos
y los ama intensamente;
guardo tus decretos,
y tú tienes presentes mis caminos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Mucha paz tienen, Señor, los que aman tus leyes.
Salmo 132: Felicidad de la concordia fraterna
Ant: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo.
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios (1Jn 4,7)
Ved qué dulzura, qué delicia,
convivir los hermanos unidos.
Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sión.
Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo.
Salmo 139,2-9.13-14: Tú eres mi refugio
Ant: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores (Mt 26,45)
Líbrame, Señor, del malvado,
guárdame del hombre violento:
que planean maldades en su corazón
y todo el día provocan contiendas;
afilan sus lenguas como serpientes,
con veneno de víboras en los labios.
Defiéndeme, Señor, de la mano perversa,
guárdame de los hombres violentos,
que preparan zancadillas a mis pasos.
Los soberbios me esconden trampas;
los perversos me tienden una red
y por el camino me colocan lazos.
Pero yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios»;
Señor, atiende a mis gritos de socorro;
Señor Dios, mi fuerte salvador,
que cubres mi cabeza el día de la batalla.
Señor, no le concedas sus deseos al malvado,
no des éxito a sus proyectos.
Yo sé que el Señor hace justicia al afligido
y defiende el derecho del pobre.
Los justos alabarán tu nombre,
los honrados habitarán en tu presencia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Defiéndeme de la mano perversa, Señor Dios, mi fuerte salvador.
Salmo 119: Deseo de la paz
Ant: Llamé al Señor, y él me respondió.
Estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración (Rm 12,12)
En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.
¿Qué te va a dar o a mandarte Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero,
afiladas con ascuas de retama.
¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Llamé al Señor, y él me respondió.
Salmo 120: El guardián del pueblo
Ant: El Señor guarde tus entradas y salidas.
Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno (Ap 7,16)
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
Él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor guarde tus entradas y salidas.
Salmo 121: La ciudad santa de Jerusalén
Ant: Me he alegrado por lo que me dijeron.
Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo (Hb 12,22)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios».
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Me he alegrado por lo que me dijeron.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
Rm 12,17a.19b-21
No devolváis a nadie mal por mal; porque dice el Señor en la Escritura: «Mía es la venganza, yo daré lo merecido.» En vez de eso, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: así le sacarás los colores a la cara. No te dejes vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien.