Jacob bendice a sus hijos
Lectura del libro del Génesis
Gn 49,1-29.32 (del lecc. par-impar)
En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: «Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:
Tú, Rubén, mi primogénito, mi fuerza y primicia de mi virilidad, primero en honor, primero en poder.
Burbujeante como agua, no descollarás; porque subiste al lecho de tu padre, lo profanaste, escalando mi tálamo.
Simeón y Leví, hermanos, armas criminales sus espadas.
Ojalá no participe yo en sus consejos, ni me siente yo en su asamblea, pues mataron hombres ferozmente, y mutilaron bueyes a su antojo.
Maldita su furia, tan cruel, y su cólera implacable. Los repartiré entre Jacob y los dispersaré por Israel.
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás tu mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre.
Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.
Ata su asno a una viña, y a una cepa, el pollino de la asna; lava su sayo en vino, y su túnica en sangre de uvas.
Sus ojos son más oscuros que vino, y sus dientes más blancos que leche.
Zabulón morará junto a la costa, será un puerto para los barcos, vuelto a Sidón su flanco.
Isacar, asno robusto, se acuclilla entre las alforjas.
Viendo qué bueno es el establo y qué placentero el país, inclinó su lomo a la carga y aceptó trabajos de esclavo.
Dan gobernará a su pueblo, como una de las tribus de Israel.
Dan es culebra junto al camino, víbora junto al sendero. Muerde los talones del caballo, y cae de espaldas su jinete.
Espero tu salvación, Señor.
Gad: le asaltarán los bandidos, y él los asaltará por la espada.
De Aser viene el grano suculento, que proporciona manjares de reyes.
Neftalí, cierva suelta, que da hermosos cervatillos.
José es un potro salvaje, un potro junto a la fuente, asnos salvajes en una ladera.
Los arqueros los hostigan, los persiguen y los atacan.
Pero su arco se queda rígido, y tiemblan sus manos y sus brazos, ante el Campeón de Jacob, el Pastor, la Roca de Israel.
El Dios de tu padre te auxilia, el Todopoderoso te bendice: bendiciones de lo alto del cielo, bendiciones de lo profundo del océano, bendiciones de pechos y ubres.
Las bendiciones de tu padre superan las bendiciones de los collados antiguos, las delicias de las colinas perdurables. Descansen sobre la cabeza de José, coronen al elegido entre sus hermanos.
Benjamín, lobo rapaz: por la mañana devora la presa, por la tarde reparte los despojos».
Todas estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto es lo que su padre les dijo al bendecirlos, dando a cada uno su bendición pertinente.
Luego les dio estas instrucciones: «Cuando me reúna con los míos, enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón, el hitita.
Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.
La preeminencia de la caridad
Beato Isaac, abad del monasterio de Stella
Sermón 31
¿Por qué, hermanos, nos preocupamos tan poco de nuestra mutua salvación, y no procuramos ayudarnos unos a otros en lo que más urgencia tenemos de prestarnos auxilio, llevando mutuamente nuestras cargas, con espíritu fraternal? Así nos exhorta el Apóstol, diciendo: Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la ley de Cristo; y en otro lugar: Sobrellevaos mutuamente con amor. En ello consiste, efectivamente, la ley de Cristo.
Cuando observo en mi hermano alguna deficiencia incorregible -consecuencia de alguna necesidad o de alguna enfermedad física o mora-, ¿por qué no lo soporto con paciencia, por qué no lo consuelo de buen grado, tal como está escrito: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán? ¿No será porque me falta aquella caridad que todo lo aguanta, que es paciente para soportarlo todo, que es benigna en el amor?
Tal es ciertamente la ley de Cristo, que, en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y, por su misericordia, aguantó nuestros dolores, amando a aquellos por quienes sufría, sufriendo por aquellos a quienes amaba. Por el contrario, el que hostiliza a su hermano que está en dificultades, el que le pone asechanzas en su debilidad, sea cual fuere esta debilidad, se somete a la ley del diablo y la cumple. Seamos, pues, compasivos, caritativos con nuestros hermanos, soportemos sus debilidades, tratemos de hacer desaparecer sus vicios.
Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella.
Quiera concedérnosla aquel a quien no podemos agradar sin ella, y sin el cual nada en absoluto podemos, que vive y reina y es Dios por los siglos inmortales. Amén.