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Además de elegir en qué campos buscar, hay una diferencia fundamental entre la búsqueda simple y la avanzada, que puede dar resultados completamente distintos: la búsqueda simple busca la expresión literal que se haya puesto en el cuadro, mientras que la búsqueda avanzada descompone la expresión y busca cada una de las palabras (de más de tres letras) que contenga. Por supuesto, esto retorna muchos más resultados que en la primera forma. Por ejemplo, si se busca en la misma base de datos la expresión "Iglesia católica" con el buscador simple, encontrará muchos menos resultados que si se lo busca en el avanzado, porque este último dirá todos los registros donde está la palabra Iglesia, más todos los registros donde está la palabra católica, juntos o separados.

Una forma de limitar los resultados es agregarle un signo + adelante de la palabra, por ejemplo "Iglesia +católica", eso significa que buscará los registros donde estén las dos palabras, aunque pueden estar en cualquier orden.
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Esos católicos contra Francisco que adoran a Putin

17 de oct de 2016
Artículo de firma del periódico La Stampa, menciona medios y firmas conocidos en el ámbito italiano, sin embargo cualquier hispanonavegante puede reconocer nombres y firmas en nuestro idioma, como Infocatólica, Infocaótica, Infovaticana, y varias más, que, aunque de líneas distintas en el espectro, reproducen las mismas filias y fobias que menciona el articulo.

Lo que la mantiene unida es la aversión a Francisco. La galaxia de los que no quieren a Jorge Mario Bergoglio abarca desde los lefebvrianos (que decidieron «esperar a un Pontífice tradicional» para volver a la comunión con Roma), hasta los católicos que siguen el partido Liga del Norte italiano, que comparan a Francisco con su predecesor Joseph Ratzinger y lanzan la campaña «Mi Papa es Benedicto». Están los ultraconservadores de la Fundación Lepanto y los sitios de internet vinculados con posiciones «sedevacantistas», convencidos de que tiene razón el escritor católico Antonio Socci cuando sostiene la invalidez de la elección de Bergoglio, solo porque en el Conclave de 2013 una votación fue anulada sin ser sometida al escrutinio. ¿El motivo? Un cardenal incluyó por error una papeleta más en la urna. La votación fue repetida inmediatamente justamente para evitar cualquier duda y sin que ninguno de los cardenales electores planteara objeciones.

Y más: prelados e intelectuales tradicionalistas firman llamados o protestan en contra de las aperturas pastorales del Pontífice argentino sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y sobre el diálogo con el gobierno chino. La oposición al Papa reúne a personas y grupos que son muy diferentes entre sí y que no pueden ser asimilados en un grupo homogéneo: están el alejamiento «soft» del periódico en línea italiano «La Bussola quotidiana» (la brújula cotidiana) y de la revista «Il Timone» (el timón), dirigidos por Riccardo Cascioli. Está también el regaño casi cotidiano para el Pontífice argentino que publica el vaticanista emérito del periódico italiano «L’Espresso», Sandro Magister. Están los tonos apocalípticos e irreverentes de la italiana Maria Guarini, que se ocupa del blog «Chiesa e Postconcilio», y también las críticas más duras de los grupos ultra-tradicionalistas y «sedevacantistas», que consideran que no ha habido un Papa válido desde Pío XII. «La Stampa» ha viajado para encontrarse con los protagonistas de esta oposición a Francisco, numéricamente reducidos pero con una fuerte presencia en la red, para describir un archipiélago que mediante Internet y con encuentros reservados entre eclesiásticos amalgama ataques frontales y públicos con estrategias mucho más articuladas. En primera línea contra Bergoglio está el escritor italiano Alessandro Gnocchi, firma de prestigio de los sitios «Riscossa cristiana» y «Unavox». «Bergoglio pone en práctica la programática rendición al mundo y la mundanalización de la Iglesia —acusa Gnocchi. Su Pontificado se basa en la gestión brutal del poder. Un envilecimiento de la fe tan capilar no se había visto en 2 mil años».

La cabina de dirección

Entre los muros paleocristianos de la basílica de Santa Balbina (en el Aventino, Roma), al lado de las termas de Carcalla, la Fundación Lepanto es uno de los motores culturales de la oposición contra Francisco. Entre los libros publicados, la agencia de información «Corrispondenza romana» y los encuentros que se llevan a cabo en el salón del primer piso, opera una de las direcciones del frente anti-Bergoglio. «La Iglesia vive uno de los momentos de mayor confusión de su historia y el Papa es una de sus causas —afirma el historiador Roberto De Mattei, presidente de la Fundación Lepanto. El caos tiene que ver sobre todo con el magisterio pontificio, que se muestra carente y contradictorio. Francisco no es la solución, sino parte del problema».

La oposición, añade De Mattei, «no proviene solo de los ambientes, definidos tradicionalistas, que desde hace muchos años critican la dirección post-conciliar, sino que se ha extendido a obispos y teólogos de formación ratzingeriana y wojtiliana». Más que simple oposición, De Mattei prefiere hablar de «resistencia», la misma que recientemente expresaron 45 teólogos y filósofos católicos mediante la crítica contra la exhortación apostólica «Amoris laetitia» y 80 personalidades (que después se volvieron algunos millares, entre los que hay cardenales, obispos y teólogos católicos) con la declaración de «fidelidad al magisterio inmutable de la Iglesia». Entre los italianos, destaca el cardenal Carlo Caffarra, arzobispo emérito de Boloña. Uno de los mayores centros de esta resistencia, subraya nuevamente el historiador De Mattei, «es el Instituto Juan Pablo II para la familia, cuya cúpula fue recientemente decapitada por Bergoglio». Otro de los blancos preferidos de los tradicionalistas es la «contribución que la Política migratoria de Francisco ofrece a la desestabilización de Europa». La teología de la acogida sería el agente «del final de la civilización occidental».

Frondas político-teológicas

Los ataques contra Bergoglio son a nivel global. «En la galaxia de la contestación contra Francisco hay un fuerte elemento geopolítico —observó Agostino Giovagnoli, profesor de Historia contemporánea en la Universidad Católica. Acusan a Bergoglio de no anunciar con fuerza suficiente las verdades de fe, pero en realidad lo acusan de no defender la primacía del Occidente. Es una oposición que tiene razones políticas disfrazadas de cuestiones teológicas y eclesiales». China es un ejemplo. «Hay una alianza entre ciertos ambientes de Hong Kong, sectores de Estados Unidos y de la derecha europea: le reprochan a Francisco privilegiar el objetivo de unir a la Iglesia en China en lugar de la defensa de la libertad religiosa —indicó. Son posturas que a menudo encuentran espacio en la agencia católica AsiaNews. El Papa, según estos críticos, debería afirmar la libertad religiosa como argumento político en contra del gobierno de Pekín, en lugar de buscar el diálogo mediante la diplomacia». Quienes dan voz a estas críticas, que tienen sin duda representantes dentro de la Curia, son algunos eclesiásticos cercanos al Vaticano, como el liturgista y teólogo Nicolás Bux, asesor de las Congregaciones para el Culto Divino y para las Causas de los Santos. «Hoy —explicó a “La Stampa”—, no pocos laicos, sacerdotes y obispos se preguntan: ¿hacia dónde estamos yendo? En la Iglesia siempre ha existido la posibilidad de expresar la propia postura alejada de las autoridades eclesiásticas, aunque se trate del Papa. El cardenal Carlo Maria Martini expresaba frecuentemente, e incluso por escrito, sus críticas al Pontífice reinante, pero Juan Pablo II no lo destituyó como arzobispo de Milán ni fue considerado un conspirador». La tarea del Papa, indicó Bux, es «tutelar la comunión eclesial y no favorecer la división ni la contraposición, poniéndose ala cabeza de los progresistas o conservadores». Y, «si un Pontífice sostuviera una doctrina heterodoxa, podría ser declarado, por ejemplo por los cardenales presentes en Roma, decaído de su oficio». En un “crescendo” de filas diferentes, con una entrevista a «Il Giornale» intervino hace algunos días el investigador Flavio Cubierto, autor de un libro que critica el magisterio social del Papa y asiduo frecuentador de René Guenon y del tradicionalismo vinculado con una derecha esotérica y gnóstica. Declaró que «Bergoglio no ha actualizado la doctrina, la ha demolido, se comporta como si fuera católico pero no lo es».

Las teorías sobre los dos Papas

En su página oficial de Facebook, Antonio Socci sostiene que Benedicto XVI no quiso renunciar y que todavía se considera Papa, pero compartiendo, de alguna manera, el «ministerio petrino» con su sucesor. Esta interpretación fue desmentida secamente por el propio Ratzinger en varias ocasiones, desde febrero de 2014 hasta el reciente libro «Últimas conversaciones». El Papa emérito ha declarado completamente válida su renuncia y ha manifestado públicamente su obediencia a Francisco. La teoría se ha reforzado con la interpretación de algunas palabras que pronunció en mayo de este año el arzobispo Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario de Benedicto XVI. Don Georg, en una presentación de un libro, afirmó: «No hay, pues, dos Papas, sino de hecho un ministerio extendido (con un miembro activo y otro contemplativo)». Socci publicó a finales de septiembre, juntas, las fotos de Bergoglio y Ratzinger con una frase: «¿Cuál de los dos?». Y escribió: «Está el que opone el amor a la verdad (Bergoglio) y el que las reconoce unidas en Dios (Benedicto XVI)». En Internet las críticas contra Francisco asumen los tonos más encendidos, con personas que, detrás de la protección de la computadora, se dejan invadir por furiosas invectivas, como se lee en los comentarios bajo los artículos publicados en las redes sociales. En el sitio «messainlatino», que se dedica a la promoción de la liturgia antigua, pero que también publica comentarios sobre el papa, se habla de la «aburrida monotonía ideológica del actual Pontificado». En la red hay comentarios sobre la Iglesia que «se verá orillada a disolverse en una especie de ONU de las religiones, con un toque de Greenpeace y otro de sindicato», puesto que hoy «los pecados mortales son desclasificados y Bergoglio instituye los pecados sociales (o socialistas)». En el blog híper-tradicionalista de Maria Guarini, «Chiesa e Postconcilio», se leen títulos como este: «Si el próximo Papa es bergogliano, el Vaticano se convertirá en una sucursal catomasónica». Las resistencias nacen en los ambientes más conservadores, pero también cuenta con apoyos en algunos ultra-progresistas desilusionados.

Es el caso del sacerdote ambrosiano Giorgio De Capitani, que ha atacado sin descanso a Francisco desde la izquierda, por lo que no forma parte de los grupos descritos hasta ahora. En su sitio web no salva nada del Pontificado. «Cuántas palabras inútiles y descontadas —expresa. Paz, justicia, bondad. El Papa nos está dorando la píldora con palabras y gestos arranca-lágrimas. Francisco es víctima del propio consenso y solo está provocando ilusiones, echa mucho humo en los ojos, busca algunos aplausos y deslumbra a algunos periodistas ignorantones en materie de fe». Giuseppe Rusconi, el periodista italiano que se ocupa del sitio «Rossoporpora», se pregunta: «¿nuestro Pastor está verdaderamente en “nuestro” primer lugar o no demuestra privilegiar al indistinto rebaño mundial, siendo percibido por la opinión pública no católica como un líder aceptable para los deseos que expresa la sociedad contemporánea? ¿Lo hace por estrategia jesuita o por deseo personal? Y, cuando el Pastor vuelva al redil, ¿cuántas ovejas perdidas llevará consigo? ¿Y cuántas encontrará de las que había dejado?». Esta variada galaxia de la contestación ha elegido como punto de referencia a algunos obispos y cardenales. Magister en su blog lanzó la candidatura papal del cardenal de Guinea Robert Sarah, actual ministro para la liturgia de Francisco, amado por los conservadores y tradicionalistas, y muy citado en sus sitios y publicaciones.

¿Peligro de cisma?

Entre todos los que son considerados verdaderos “nortes” por este mundo están en primer lugar el purpurado estadounidense Raymond Leo Burke, patrón de los Caballeros de Malta, y el obispo auxiliar de Astana, Athanasius Schneider. Pero más allá de la amplificación mediática que ofrece la red, no parece que haya en el horizonte nuevos cismas, después del que provocó Marcel Lefebvre en 1988. Está convencido de ello el sociólogo Massimo Introvigne, director del Censur: «Los obispos católicos en el mundo son más de 5000, la contestación logra movilizar a una decena y muchos de ellos ya están jubilados, por lo que se demuestra su poca consistencia». Introvigne sostiene que esta contestación «está presente principalmente en la red, y no tanto en la vida real, y se exagera su valor: hay, de hecho, disidentes que escriben comentarios en las redes sociales bajo cuatro o cinco seudónimos, para dar la impresión de que son más numerosos». Según el sociólogo hay un movimiento que «no tiene éxito porque no es unitario. Hay por lo menos tres contestaciones diferentes: la contestación política de las fundaciones estadounidenses, de Marine Le Pen y de Matteo Salvini (que no están interesados en temas litúrgicos o morales, y que a menudo no van ni siquiera a la Iglesia), pero solo frente a la inmigración y a las críticas del Papa contra el turbo-capitalismo. La contestación nostálgica por Benedicto XVI, pero que no critica el Vaticano II. Y la contestación radical de la Fraternidad San Pío X o de De Mattei o Gnocchi, que rechaza el Concilio y todo lo que ha venido después. A pesar de que haya algún eclesiástico que da su apoyo, las contradicciones entre las tres posturas explotarán, y un frente común no tiene ninguna posibilidad de subsistencia». Introvigne destaca una característica común de muchos de estos ambientes: «Es la idealización mítica del presidente ruso Vladimir Putin, presentado como “líder bueno” en contraposición con Francisco, el “líder malo”, por sus posiciones en relación con los homosexuales, los musulmanes y los migrantes. Con la contestación anti-Francisco colaboran fundaciones rusas muy cercanas a Putin».

Por Giaccomo Galeazzi y Andrés Tornielli

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